por Valentín Pablos Baranda | Dic 7, 2021
Hace tiempo que no escribo.
-¡Lo siento! Te lo digo de verdad.
Eso no quiere decir que en este tiempo, he estado parada. Aunque la verdad, he tenido mi tiempo muy consumido.
¡Me encantan las flores! Lo sé, soy muy presumida o sensible. Qué le puedo hacer. La primavera es la estación de las flores y mayo es el mes de las flores. Es una época preciosa, en la que me encanta salir a caminar.
En mi mente, normalmente, las imágenes corren de un lado a otro. Aparecen, desaparecen, vuelven a aparecer, se juntan y luego de repente se paran y aparece un gran silencio. Pedo estar echada en el suelo, cerrar los ojos y dejar que estas imágenes se liberen en mi mente, como si fueran una película. Y parte de estas imágenes, son de los paisajes, flores y recuerdos que guardo.
Me llama la atención que aunque somos la generación mejor formada, no se respeten valores fundamentales de la convivencia como el derecho a la intimidad de las personas. ¡Lo siento, pero no puedo con esto!
Hace tiempo, empezó El otoño. La mayor parte de las flores silvestres han desaparecido. Las hojas de los árboles que antes eran verdes, ahora tienen un tono marrón y rojizo.
Me gusta sentir el calor en la cara. Hace un poco de aire frío. Se nota la humedad, ya que estos días ha llovido.
Mientras camino, me voy fijando en los colores del campo. Los árboles están mudando las hojas. Ahora son de tonos marrones y rojizos.
En las casas con campo, están quemando la madera en las chimeneas. Ahora huele a humo. Es un olor muy agradable, que me gusta. Me da la sensación de calor, de hogar.
Ahora me siento muy a gusto. Puedo escuchar los pájaros cantando, lejos, cerca, otra vez lejos…. Así todo el rato.
Ahora todo se junta… El calor en la cara, la sensación de humedad, los tonos rojizos de las hojas, el olor a humo y el canto de los pájaros.
Los perros de las casas, acostumbrados a verme pasar, se acercan a las vallas, para cotillear. No me ladran, tan sólo observan. A veces ladran a lo lejos y cuando miro veo que realmente alguien viene. Creo que para ellos yo también formo parte del paisaje.
Después de pasar el día, metida en una nave, trabajando, este paseo me alimenta.
La hierba tiene un color verde brillante. La luz tiene un tono amarillento. A esta hora el sol está más bajo y la luz marca más los colores y las sombras.
Desde las zonas altas, se puede ver como todo el campo brilla. Es una imagen muy bonita, como un mar verde y brillante que se mueve con el viento, como si estuviera vivo.
Empieza a caer el sol y algo dentro de mí se inquieta. Me avisa de que es conveniente que me dé prisa.
Sigo caminando, bajando de la zona alta. El sol sigue cayendo y ahora hay zonas con sombra y empiezo a sentir el frío de la humedad en las zonas de sombra.
Mi intuición una vez más, ha acertado. Ahora mi intuición me dice que es hora de volver.
Camina siempre. Y camina siempre acompañada de personas que te quieran bien. En el fondo la vida es muy sencilla, evita en lo posible complicarte.
Espero que este relato breve te haya gustado tanto, como a mí escribirlo.
¡Gracias por haberme dedicado tu tiempo!
por Valentín Pablos Baranda | Nov 8, 2021
Útimamente estoy muy sensible.
Las cosas, las lecciones, los aprendizajes, llegan muchas veces cuando lo necesitamos, cuando menos lo esperamos o cuando les abrimos la puerta.
Y es que todo, aunque cueste, tiene un para qué, en esta vida.
Llevo unos días muy sensible, quizá más de lo normal para mí. Pero esta vez ha sido diferente.
Por primera vez me he dado cuenta de mi soledad.
Sí, así es, me he sentido sola de verdad, he visto lo sola que estaba o me he dado cuenta de lo sola que estoy.
En mi caso pensaba que estar rodeada de personas normales, era como estar acompañada. Y sí realmente lo estaba, quiero decir rodeada de personas normales, pero no acompañada.
Normales, bueno, por decir algo! Cada persona que saque sus valoraciones.
Y es que como aparece en el Principito, «sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos». El resto es todo fachada, imagen, sin contenido.
Esperaba algo de donde no iba a sacar nada. Esperaba algo de las personas normales, con altos cargos, trabajos importantes, buscadores de talento. Sí, buscadores del talento que derroché, compartí y regalé.
Las verdaderas personas que vieron el talento, no visten con chaqueta o corbata. Tienen trabajos normales, pero vieron en mí ese talento, me vieron a mí, tal y como soy y me aceptaron tal y como soy. Tal y como estoy, sola muy sola. Y es que no se sí lo sabes, pero a las personas de éxito, les asustan las personas que están solas.
Egoísta de mí, no supe valorarlo. No fui capaz de verlo, preocupada en mis masters y en encontrar el trabajo de mi vida. Les descuidé. Pero el amor incondicional siempre está ahí, para darme un aviso cuando lo necesito.
Gracias personas normales, por dejarme ver que no soy como vosotras y que nunca lo seré, ni me aceptaréis, simplemente por no reunir vuestros valores.
Un día sucedió lo que tenía que pasar. Me vine abajo, totalmente.
Nunca o en un principio, no recuerdo que me sucediera algo parecido. ¡No como esta vez!
Me temblaban la manos, no podía hablar, era algo muy extraño.
En ese tiempo estaba muy preocupada por cambiar de trabajo. Mejorar profesionalmente, ganar más dinero, tener una mejor calidad de vida.
Me estresé mucho estudiando, trabajando, ajustando el tiempo, siendo productiva. Aplicando los valores que se nos imponen, en esta sociedad de resultados.
Volqué todo hacia afuera, y no cuidé nada lo de adentro. Esto se resume en, cuantas más relaciones sociales mejor, cuanto más contactos mejor, cuantos más resultados mejor…
Me olvidé de mirar a dentro y me vine abajo. Como es normal, según me enteré después.
Primero toqué fondo, no podía hablar. Y poco a poco sentí como algo dentro de mí, que se iba abriendo, en el pecho. Era como un calor denso y pegajoso, que se iba moviendo por dentro de mi pecho y tripa.
Entonces empecé a ver todo desde otra perspectiva, gracias en parte a las personas incondicionales que realmente estaban ahí. Y yo no quise verlas.
Empecé a darme cuenta de que sus empujones eran para que espabilara.
Que detrás de sus palabras, había verdad.
Para que viviera, para que volviera, me nutrieron, con dulce de chocolate y me dieron un sitio donde poder descansar.
Las manos me temblaban, ellas lo veían y yo lo ocultaba.
Me di cuenta poco a poco de todo. Yo estaba sola, muy sola. Ellas lo sabían y poco a poco mi corazón se iba abriendo a la realidad, que yo no quise ver.
Correr a delante, para qué.
¿Cómo iba a encontrar un trabajo mejor, si ni siquiera mi vida estaba estructurada?
Si, estaba sola y fui incapaz, durante mucho tiempo, de ver a las personas que realmente estaban ahí y de ver mi soledad.
Amor incondicional, yo lo llamaría así.
Vi sus caras, mirándome, cuando yo no les miraba. Vi como observaban algo que yo era incapaz de ver y que procuraba esconder. Pero en la expresión, en sus expresiones pude leer todo. Pude leer su preocupación y su desesperación por no verme arrancar.
Entonces me di cuenta de que eras feliz viéndome feliz. Que realmente te preocupabas. Que realmente sabíais lo que pasaba ,aunque nunca quisiste decir nada.
Sabias, cosas de mí, que ni si quiera yo recordaba. Sabías que me gustaba el chocolate. Voy a decirte que me encantaba.
Estabas ahí… estabais ahí! Siempre estuvisteis ahí, mirando, observando esperando. De manera incondicional.
Poco a poco mis sentidos se han ido abriendo a la realidad.
Quizá a eso se le llame humildad. Saber que no somos perfectos, que somos vulnerables y aceptarlo.
por Valentín Pablos Baranda | Ene 18, 2021
Si tuviera que decir lo que es la vida, sería incapaz de definirla y lo que supone.
Creo que mi actitud sería soberbia, sólo por intentarlo. Ella tiene sus propios caminos; es misteriosa, reservada y sabia. Si naciéramos con la capacidad de conocer sus caminos, realmente aprenderíamos…
Tan sólo te puedo hablar de mi camino y experiencia de las cosas.
Al principio pensé que lo sabía todo, a eso le llamo soberbia. Luego, poco a poco me di cuenta de que estaba equivocada.
Me enseñaron que la vida era un camino simple y sin peligros. Que con esfuerzo todo se consigue.
Con la experiencia, comprobé, que en la vida hay peligros y que el miedo me avisaba para que estuviera alerta y salir de ellos.
Sí, he aprendido, pero en ese aprendizaje he visto como se me iba la vida entre las manos. Y lo peor, he visto como se iba la vida de otras personas.
De todo esto solo me queda la experiencia y el aprendizaje del para qué de la experiencia frente al por qué de las cosas.
El para qué de ese camino. Para ayudar a las personas.
Quizá sin saberlo me olvidé de mi misma. Gracias a dios otras personas se acordaron de mí. Y como un espejo me ayudaron a reflejarme para que no me perdiera.
Todos hemos perdido, pero también hemos ganado.
Que bonito es dar y recibir. Que bonito es recibir dando.
Mi alma se iba llenando y mi mochila, poco a poco se iba liberando del peso y de la carga.
He cometido muchos errores, como todas las personas. Aunque siempre intenté hacerlo lo mejor que pude.
De algunos errores he aprendido y de los otros, creo que también aprenderé.
De las personas con las que me he cruzado, algunas se convirtieron en compañeras de viaje. Algunas de ellas cargaron con mi mochila, cuando yo no podía con el peso.
Siempre recordaré a mis compañeras de viaje.
Poco a poco, me enseñaron y aprendí a observar y escuchar. Antes sólo miraba.
Pude colaborar en proyectos de ayuda. Seguro que de esta experiencia aprendí mucho…
Aunque ahora no sabría decirte el qué.
Con el tiempo me doy cuenta de que hay muchas maneras de ayudar. Quizá la mejor es una sonrisa sincera.
Experimenté la generosidad de quien menos tiene. El poder de la sonrisa y del buen humor. Y es que pocas cosas ayudan más que una sonrisa sincera.
Cuanta inteligencia emocional somos capaces de demostrar cuando sonreímos sinceramente.
Yo en mi experiencia creo que la vida es un continuo darse golpes, tomar decisiones y continuar a delante. Siendo consciente de cómo mis acciones afectan a otras personas. Sé que esto es complicado. Yo lo llamo la auténtica responsabilidad.
Me he dado cuenta de lo importante que es rodearme de buenas personas que me respetan y respetan la vida.
Todas la personas somos diferentes. Pero la diferencia no tiene por qué ser mala, aunque nos asusta.
Me asusta el cambio; cambiar, ver con el corazón, lo que es distinto y me saca de mi razón, donde creo que todo es perfecto.
El miedo me ayudó a valorar las pequeñas cosas, como un pedazo de fruta, cuando tenía hambre.
El miedo a la muerte me recordó que estaba viva y que tenía que seguir luchando por la vida. Esto me ha hecho sentir más viva que nunca. A sentir mi respiración, cómo el aire entraba en mis pulmones, prestando atención a los detalles y entender que todo puede cambiar en un segundo.
Esto me enseñó, lo que yo creo que es humildad. La importancia del buen humor, trasmitir alegría, ser compasiva, saber escuchar, tener paciencia y disfrutar de la compañía de los compañeros de viaje. El verdadero significado de la lealtad.
En el momento en el que menos tenía, fue cuando más me llené y cuando se produjo el cambio más grande.
Aprendí que vivir es pasar a la acción.
Descubrí que los ángeles terrenales son capaces de entender el dolor verdadero, el tormento y verdadero sufrimiento. Viendo, observando y esperando a que el alma cure sus heridas. Mientras el tormento quema, como el fuego que cura las heridas, mientras el alma se transforma, supura y se hace más fuerte y sabia, en el perdón del pecado original, con el que nacemos.
Gracias ángeles de la guarda, por no tener miedo de mi pecado original, por cuidarme. Por estar ahí, cuando todos se fueron, por miedo y vergüenza.
Gracias por no haberme juzgado. Porque vuestro perdón y amor infinito me ayudó a sanar y a curarme.
Gracias por no haber tenido miedo y por haberme cuidado en el fuego, en el inframundo. Mientras se quemaban vuestras plumas, ya no podíais volar y os quedasteis conmigo, atrapados, pero enteros, observándome, mirándome con amor infinito y cuidándome.
En reconocimiento a todas aquellas personas que día a día se queman o han quemado, ayudando, para que la vida y el mundo sea un sitio mejor y más justo.
Para esas personas que han perdido, por dar y que han puesto su vida al servicio de una vida mejor. Aportando incluso sus recursos propios.
Vosotras, personas altruistas sabéis quienes sois y creo que no es necesario nombraros, porque sois ángeles en la sombra, llenos de luz que no queréis el reconocimiento.
Gracias por haber ayudado a tantas personas y por hacer de esta vida un sitio mejor.
por Valentín Pablos Baranda | Dic 13, 2020
Siento mi corazón fuerte, como en una carrera.
Me he dado cuenta, que me cuesta llegar a las personas. Quizá me intrigan tanto que me gustaría poder escuchar sus historias.
Ninguna persona hemos nacido aprendidas. Yo en mi caso nací con la capacidad de hablar poco. Reconozco que no tengo una bola de cristal, para saber lo que otras personas sienten o piensan. Y con el tiempo he aprendido que mi forma de pensar y ser, es diferente.
Sé que puede resultar difícil entenderme. Soy una persona callada o tímida, pero no distante. No entiendo bien las ironías o bromas pesadas.
Me duelen los comentarios que se hacen sobre las debilidades de las personas. Me pone muy triste escuchar las palabras falsas.
En el fondo, de mi corazón, estoy deseando escuchar, poder hablar, aprender, compartir. Reconozco que soy incapaz de soportar la emoción y la tensión que me causa, poder hablar y expresarme.
Mi corazón se cierra con la injusticia. Siento dolor y mucha pena.
Algunas personas me miran mal o ponen mala cara. Otras, hacen comentarios sobre mí, que no entiendo, pero que se me quedan grabados, se repiten en mi cabeza como una canción y pasado un tiempo, siento que me hacen daño.
Luego a estas personas les doy las gracias, porque en el fondo sé que me quieren, ya que esta es una expresión pobre del amor.
Yo no lo sabía, pero hay personas que me consideran débil, por ser así. Sé que intentan protegerme.
Quizá entienden mejor que yo el mundo que hemos creado.
Reconozco que las admiro, las respeto y las valoro… Las observo desde el respeto, las escucho y rezo por sus almas, en mi intimidad.
No quiero que nadie sufra. Pero esto es imposible, la vida me ha enseñado que eso es imposible, por eso solo puedo rezar por ellas.
Me encantan los colores. Me quedo como hipnotizada… Lo sé, es raro… Yo pensaba que era algo normal.
No tengo muchas amigas, pero reconozco que las personas que me conocen me quieren. Y las personas que me hacen daño también me quieren, sólo que ellos no lo saben. Y me da pena, porque sé que no saben lo que es el amor. Espero que algún día lo encuentren y lo vivan.
Me encantan las flores, los animales y la naturaleza.
En los parques o en el autobús, veo a las personas y me imagino cómo serán sus vidas.
Cuando veo a una persona preocupada me gustaría poder decirle, “tranquila” todo se va a solucionar.
Creo que la vida de las personas es más rica y emocionante de lo ellas creen, aunque fantaseen, para evadirse.
Cuando tengo que buscar algo, lo hago por formas y colores. Esto a veces es un problema…
Mi vida es un cúmulo de emociones, intensas, muy intensas. Aunque parezco una persona tranquila y parada, dentro de mi lo vivo todo intensamente. Por ello, necesito buscar la tranquilidad, a veces en la naturaleza, otras veces tomando un café… que no es lo mismo que querer estar sola.
Espero que este pequeño relato te guste. Y quiero darte las gracias por haber dedicado tu tiempo a leerlo.
No todas las personas somos iguales. Esto es una cuestión que he aprendido con el tiempo…
Que tengas un feliz día.
por Valentín Pablos Baranda | Mar 31, 2020
PROA A LA MAR.
Hoy es un día lluvioso, de esos en los que miro por la ventana y veo una cortina de lluvia. Es una lluvia que cae ligeramente inclinada en ángulo. Un ángulo perfecto de unos 30º. Es muy fina y ordenada. Cada gota parece ocupar el hueco perfecto que le corresponde. Junto a ella, otra gota de agua perfectamente colocada y así una y otra, junto a otra, formando un tejido. Como una manta, perfectamente tejida, mecida por el viento, cuando sopla, haciendo hondas perfectas.
La mar hoy bate con fuerza. “Marinero, hoy es día de café y descanso. Hoy no vas a salir a la mar. Caprichosa o sabia te da un descanso, dejándote hacer”.
Hay muchos días de pesca o pocos según se vea. La mar es muy grande y no se pesca en todos los sitios. Esto es lo primero que aprendes.
Ahora recuerdo cómo empecé a pescar, cuando me enseñaron. Al principio como todos en el puerto, con cañas. Luego ya más en serio íbamos en el barco.
Pasábamos horas hasta llegar al sitio y para cada especie, teníamos unas horas, una marca y un aparejo con una plomada diferente. Aparejos montados con pitas distintas, en función a la especie, al peso de la plomada, la profundidad y la corriente.
El mar es muy grande y cada marca tiene su captura. Aquí es donde uno se sabía pescador, marinero o no. Eres pescador si eres capaz de llegar al sitio y pescar. Y aún así, muchos días te vas de vacío.
La mar es muy grande y si quieres pescar tienes que ir con el aparejo adecuado, el cebo adecuado y al sitio correcto.
Puedes tener unos aparejos perfectos para pescar bonitos, pero amigo, quizá tengas que ir a donde están. No pongas aparejos de bonitos para pescar calamares.
Esto parece algo sencillo de entender, pero cuando buscamos un trabajo, o pretendemos promocionarnos, ¿somos conscientes de si usamos los canales correctos?
¿Tenemos en cuenta si las herramientas que utilizamos son las adecuadas?
Como se dice vulgarmente es “Cuestión de estar en el sitio adecuado en el momento correcto”.
Para mí es más fácil entenderlo con los aparejos y con la pesca, así como con los sitios de pesca.
Todo tiene su sistema, una preparación y un sentido.
Cuando veo una rompiente con piedras, pequeña, sin mucha espuma o corriente, siento que ahí tiene que haber algo.
Mi experiencia me dice que ese puede ser un buen sitio.
Esta es una experiencia probada con éxito y con muchas horas de trabajo.
“A quién se le ocurre siendo especialista en electricidad pasar con un currículo, por una panadería, demandando empleo de panadero, por ejemplo. Mi lógica me dice que quizá esto sea una pérdida de tiempo. Aunque cada uno es libre de hacer lo que considere mejor y más adecuado”.
Lo sensato es tomar conciencia de:
- Quién soy.
- Qué servicio puedo aportar.
- Me van a pagar por lo que hago.
- Dónde demandan mis habilidades y servicios.
Cuando se busca un trabajo o una persona busca su perspectiva laboral o proyecto personal:
- Que tipo de pescador soy. La persona tiene que explorar, saber quién soy y qué puedo ofrecer.
- Ser consciente de qué es lo que quiero ir a pescar. Tomar conciencia de qué es lo que quiero sacar, de esa experiencia, motivación. Es decir, qué te motiva realmente para pasar a la acción y demandar ese trabajo.
- Estudiar si tengo el equipo necesario para afrontar esa pesca, equipación. Analizar mis recursos o herramientas.
- Ser consciente si conozco la técnica de pesca. Ser consciente de si mi formación es la que demandan o si mi formación es la adecuada. Adaptar mis herramientas y conocimientos a la búsqueda de empleo. Ser coherente en la búsqueda de empleo en función a las herramientas que tengo. “Soy especialista en…” “Tengo experiencia en…”
- Tener claro los sitios en los que puedo pescar. Páginas y empresas que demandan mi especialidad. “Cuáles son los caladeros”.
- Tener una red sólida de pescadores amigos, que compartan sus experiencias e información sobre las capturas y las zonas. Experiencia in situ. Es importante una buena publicidad. Tener redes sociales donde presentarnos como LinkedIn. Y donde presentar nuestros servicios, conocimientos y donde poder intercambiar opiniones y experiencias con personas que están en el sector en el que nos hemos formado. Compartiendo experiencias y hablando con personas diferentes , si puede ser que no conocieras antes.
“Cada técnica, muchas veces requiere un equipo determinado. Y aquí es donde te haces especialista. Eliges los señuelos que más se adaptan a tu forma de pescar. O que te dan mejor resultado. Esta experiencia es a través de prueba y error. Tu experiencia”.