La vida…
misteriosa, reservada y sabia.
Tan sólo te puedo hablar de mi y de mi experiencia.
Al principio pensé que lo sabía todo,
a eso le llamo soberbia.
Luego, me di cuenta de que estaba equivocada.
Que bonito es dar y recibir. Que bonito es recibir dando.
Mi alma se iba llenando y mi mochila, poco a poco se iba liberando del peso y de la carga.
He cometido muchos errores, como todas las personas. Aunque siempre intenté hacer lo mejor que pude.
De algunos errores he aprendido y de los otros, creo que también aprenderé.
De las personas con las que me he cruzado, algunas se convirtieron en compañeras de viaje y cargaron con mi mochila, cuando yo no podía con el peso.
Siempre recordaré a mis compañeras de viaje.
Poco a poco, me enseñaron… aprendí a observar y escuchar. Antes sólo miraba.
Hay muchas maneras de ayudar.
Quizá la mejor es compartiendo una sonrisa sincera.
El poder de la sonrisa y del buen humor. Pocas cosas ayudan más que una sonrisa sincera.
Cuanta inteligencia emocional somos capaces de demostrar cuando sonreímos sinceramente.
Experimenté la generosidad de quien menos tiene.
Yo en mi experiencia creo que la vida es un continuo darse golpes, tomar decisiones y continuar a delante. Siendo consciente de cómo mis acciones afectan a otras personas, la auténtica responsabilidad.
Me he dado cuenta de lo importante que es rodearme de buenas personas. Lo importante que es respetar y ser respetada.
Todas la personas somos diferentes. Pero la diferencia no tiene por qué ser algo malo, aunque me asusta.
Qué cosas me asustan.
Me asusta cambiar, ver con el corazón, lo que es distinto y me saca de mi razón, donde creo que todo es perfecto.
El miedo.
El miedo me ayudó a valorar las pequeñas cosas.
El miedo a la muerte me recordó que estaba viva y que tenía que seguir luchando por la vida.
La humildad.
La importancia del buen humor, trasmitir alegría, ser compasiva, saber escuchar, tener paciencia y disfrutar de la compañía de los compañeros. El verdadero significado de la lealtad.
En el momento en el que menos tenía, fue cuando más me llené. Entonces se produjo el cambio más grande.
Aprendí que vivir es actuar.
Gracias.
Gracias por no tener miedo de mi, por cuidarme. Por estar ahí.
Gracias por no haberme juzgado. Vuestro amor me ayudó a sanar y a curarme.
Gracias por no haber tenido miedo y por haberme cuidado.
Gracias a todas las personas altruistas.
Gracias por haber ayudado a tantas personas y por hacer de esta vida un sitio mejor.
Espero que este relato breve te haya gustado tanto, como a mí escribirlo.
¡Gracias por haberme dedicado tu tiempo!